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Leopoldo Estol

Leopoldo Estol es artista visual y le gusta escribir y reflexionar sobre esta aventura de la vida en el arte. Por eso, se presenta a sí mismo de esta manera: “Nací el 9 de julio de 1981 mientras se festejaba el día de la independencia argentina en la dictadura de Viola. El mayor privilegio que tuve de pequeño fue quedarme durante horas viendo los cielos desde el jardín de la casa de mis padres en el barrio de Flores”. Leo Estol estudió Historia del Arte en la UBA. Participó en las clínicas de análisis de obra de Pablo Siquier, Jorge Macchi y de workshops de dibujo con Martín Kovensky. En el 2003 participó de la beca coordinada por Guillermo Kuitca. Realizó Tempranos Intereses Personales en galería Sendrós (2004), la celebrada Escuelita Thomas Hirschhorn junto a Diego Bianchi en Belleza y Felicidad (2005), Mi primera escultura donde exhibió los restos de una fiesta electrónica sobre el amplísimo piso del Museo de Arte Modernos BA (2007) y La mañana del mundo, construída en la antigua Ruth Benzacar a partir de un sinfín de colaboraciones (2008). Por invitación de Inés Katzenstein participó de la Bienal del Mercosur (2007). Desde entonces, sus obras forman parte del acervo del MACRO, Museo de Arte Contemporáneo de Rosario y también del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). En el año 2009 junto a un grupo de artistas nucleados en el Centro de Investigaciones Artísticas conoce la Villa 31 donde realizan obras colectivas, ofrecen apoyo escolar y comparten experiencias grupales. Desde octubre del 2013 edita y distribuye el diario El Flasherito junto a Liv Schulman y Andrés Aizicovich, un espacio impreso que busca generar una plataforma periódica de inspiración, discusión y pensamiento. Ambos desempeños colectivos han sido honrados con la Beca del Fondo Nacional de las Artes para proyectos grupales. Sobre su quehacer, dice que “hacer arte es una práctica, es un gesto, es una manera de vincularse con los demás. Es un canal permeable. Cuando pinto, soy mi propia fábrica. Cuando performeo, cuando enseño, cuando escribo, saco para poner en otro lado. Confío en esa migración que sale de mí para llegar a los demás. Tomá, tomá, tomá”.

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